Leyendo una novela conocí un personaje que se bebía tres cafés para pasarse el efecto del whisky. Como yo llegué en condiciones similares a mi personaje en la semana pasada, repetí el rito de éste. Y en efecto funcionó. Entonces me puse a pensar sobre nuestro café: el café de Colombia. Muchas veces había leído y escuchado al señor Kendon McDonald (Q.E.P.D.) decir que la paradoja de los colombianos era que no sabíamos ni papa del café. No conocíamos de cosechas, de regiones de cultivo, de origen, de acidez, aroma, cuerpo y taza. Argumento muchas veces repetido por expertos baristas y tostadores como Luis Fernando Vélez. Sin embargo, alrededor de mi taza triple de café, a medianoche, y con el whisky que se evaporaba de mis venas, vino a mi cabeza una idea.
Siempre sabemos cuándo el café es fresco o calentado. Reconocemos cuándo lo han mezclado con polvo de habas o arvejas tostadas (muy frecuente en el campo, cuando el café se disparó de precio). Alertamos cuando está pasado de hervor. Nos sabe diferente cuando lo encontramos frío. Y, tal vez cuando hayamos estado de visita en alguna parte y nos invita un café exclamamos: “¡Oiga, este café me sabe diferente! ¿Qué tiene?”
Ahí está la palabra: diferente. ¡Claro que sí distinguimos un café de otro! Lo que pasa es que nunca nadie nos habló de las palabras para distinguir un café de otro. Nuestros sentidos notan las diferencias, pero no sabemos describirlas porque ni el colegio, ni en la escuela, ni en la casa, ni en las revistas se nos enseñó cuáles eran. Pero paladar, que lo tenemos, lo tenemos. No hace mucho alguien me dijo que un enólogo colombiano nunca igualaría a uno español o francés, por el simple hecho de que estos últimos han estado tomando vino toda la vida. Acompañan con él la comida desde los diez años. Pues bien, los colombianos tomamos café desde que aprendemos a caminar (y no estoy exagerando). En nuestros sentidos están los lenguajes del café, ya sólo es cuestión de verbalizarlos.
Las generaciones de ahora, entonces, quienes están recibiendo toda la educación sobre el origen y los aspectos clave de la cata del café, serán más expresivos que nosotros en el tema. Nosotros, en cambio, seguiremos diciendo que nos sabe rico, distinto, a polvo de habas, fuerte o que está frío. Pero sabemos de eso. Lo que pasa es que nuestro lenguaje es diferente. Pero ya le llegará el idioma Gourmet. La cultura nadie nos la quita.
Después de haberlo pensado, hice lo que, tal vez, otra persona de cualquier país no podría lograr luego de una taza triple de café: me fui a dormir en paz y calma.
Publicado por Lechón Salcedo. Tu Café Espacio.
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