Las superficies cultivables dedicadas a la "agricultura certificada" superaron el mes pasado el millón de acres (unas 414.000 hectáreas), afirma la asociación 'Rainforest Alliance'.
En contraste con las iniciativas a favor del comercio justo o de la agricultura orgánica, centradas en el pequeño productor, bajo el paraguas de 'Rainforest Alliance' se agrupan latifundistas y pequeños granjeros, cooperativas y multinacionales. Para muestra la compañía Chiquita Brands International, propietaria de la primera plantación bananera certificada.
El éxito del programa requiere que los productos con el certificado otorgado por 'Rainforest Alliance' tengan salida comercial.
La "Alianza de la Selva Lluviosa" apuesta claramente por valerse de las leyes del mercado en pos de metas medioambientales.
Y a juzgar por los resultados económicos, no les va nada mal: el año pasado, el volumen mundial de ventas de café, cacao y bananas certificadas alcanzó la suma de 1.200 millones de dólares (en torno a 750 millones de euros).
Con todo, la participación de grandes empresas ha sido objetada por quienes creen que se les facilita a bajo precio la cotizada aureola 'ecologically friendly', así como posicionarse frente a los "consumidores concienciados" (un caso representativo lo pone McDonald´s de Europa, que ha adoptado el café certificado en el marco de una ofensiva de relaciones públicas encaminada a mejorar su alicaída imagen externa).
Se critica además la manera con la que se conceden las certificaciones, y lo ejemplifican con el café Yuban, muy popular en Estados Unidos, cuya etiqueta dice que "el 30 por ciento de su contenido es café certificado". ¿Y el 70 por ciento restante de dónde procede?, se preguntan los escépticos, ¿de la agricultura industrial?
'Rainforest Alliance' se defiende argumentando que su política laxa facilita el acceso al mercado mundial a productores que hasta hace poco vivían marginados del mismo. A eso se añade que, a diferencia de los programas de comercio justo, aquí no se garantiza a los dos millones de campesinos implicados un precio superior al mercado, cosa que se deja en manos de la oferta y la demanda.
Quien se encuentre en condiciones de hacerlo merecerá sin dudas el título de consumidor modelo, pero me temo que será un espécimen muy escaso.
Por PABLO FRANCESCUTTI (SOITU.ES) 31-05-2008.
Con respecto al comercio justo, se tienen muchos argumentos, el más común contra el Comercio Justo según economistas ortodoxos es: el bajo precio de materias primas como el café que se debe a la sobreproducción, y debería ser una señal para que los productores cambien a otros cultivos.
Pagar una prima de garantía de hecho, un subsidio impide que se perciba esta señal, al elevar el precio promedio del café, y provoca que más productores entren al mercado.
Esto a su vez ocasiona que el precio del café "no Justo" siga cayendo aún más y agudiza el empobrecimiento de los agricultores de ese cultivo.
Comercio Justo no atiende el problema básico, argumenta Tim Harford, autor de El economista secreto (2005), el cual radica, en primer lugar, en la enorme cantidad de café que se produce. En cambio, podría inclusive alentar mayor producción.
Bretman, de FLO International, discrepa. En la práctica, expresa, los agricultores no pueden solventar la diversificación de cultivos cuando el precio del café desciende.
Los productores de Comercio Justo pueden usar las primas que reciben y efectuar las inversiones necesarias para diversificar sus cultivos.
Pero ¿es seguro que el precio de garantía reduce el incentivo para la diversificación?
Otra objeción contra Comercio Justo es que la certificación se proclama, desde el punto de vista político, como la mejor manera de organizar el trabajo. En particular, para algunas materias primas (inclusive el café), la certificación sólo está disponible para cooperativas de pequeños productores, en las cuales es más probable que los trabajadores reciban trato justo cuando éstas deciden cómo invertir la prima. Las plantaciones de café o las grandes empresas familiares no pueden recibir el certificado. Bretman dice que las reglas varían de mercancía a mercancía, pero pretenden asegurar que el sistema apoye a quienes más lo necesitan.
Sin embargo, circunscribir la certificación a las cooperativas significa "pasar por alto el apoyo a la enorme mayoría de agricultores que trabajan en las plantaciones", asegura Wille, de Alianza para los Bosques, que certifica a productores de todas clases.
Garantizar un precio mínimo significa también que no hay incentivo para mejorar la calidad, según bebedores de café para quienes la calidad de los granos Comercio Justo varía demasiado.
Que los consumidores estén dispuestos, con frecuencia, a pagar más por un producto con el logo RA (Rainforest Alliance) es un punto extra, no el resultado de un esquema de subsidio formal; los productos todavía tienen que valerse por sí mismos en el mercado. "Queremos que los agricultores controlen su destino, que aprendan a comercializar sus productos en estos competitivos mercados globalizados, para que no dependan de ninguna ONG", dice Wille.
Pero quizá la objeción más fuerte a Comercio Justo consiste en que es una forma ineficiente de obtener dinero para productores pobres. FUENTE: EIU/Info-e Economist Intelligence Unit- Jorge Anaya.